Te envío con esta carta el enorme peso de mi incredulidad. Únela a tu masa escondida.
No tengo otro sitio donde esconder este castigo, querida mía. La pena por la mala suerte.
Oído gigantesco, Nife. Boca cerrada. Calimero se dirige a ti y a nadie más. Ahora me subiré de nuevo al caballo y seguiré el camino con los ojos bien abiertos.
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